Más sobre surrealismo...
Por Luis Alberto Warat
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Bretón tomó cuidados para no reducir la imaginación al servicio. Él afirmó en su primer manifiesto que solo la imaginación nos hace dar cuenta de que puede ser, y esto es bastante para que la gente se entregue a ella sin recelos de ser engañado (como si fuese posible que se engañe más, lamenta Breton).
La libre emisión de la imaginación convoca la magia. No existe imaginación sin magia. La gran tentativa que nos brinda el surrealismo proviene de su temerosa substitución de las fobias, las dramatizaciones, de la mentalidad narcisista por la acción política del encantamiento. No se puede llevar una vida sin vínculos mágicos con “los unos, los otros” y las cosas.
La imaginación encantada, mágica, no es la verdad ni el error. Ella procura una lucidez que no está en las teorías. Éstas realizan un modo de comprensión del mundo sustentado por el poder de la unificación y de la identificación de una cierta mitología de la realidad objetiva: la ingenuidad transparente. la magia surrealista provoca la lectura emocional, sensitiva, corporal, auditiva y visual dos destinos del deseo y los sentidos del placer perdido. Vida, cuerpos, palabras, miradas, pulsaciones... todo leído, hablado y visto como intensidades, lejos de los conceptos, trazando abismos con relación a grandes relatos que legitiman trascendental o épicamente las verdades y, negando, también la autoridad de dos “Dioses-Providencia”. Así, el surrealismo puede separarse de la relación Teoría-Praxis, asumiendo en profundidad el carácter onírico de las teorías. Realidad y sueño, los cortes no son drásticos. Es difícil distinguir sin crear mitos. De repente el surrealismo no distingue, pone las teorías en estantes sin estantes y nos propone una discusión substitutiva: la relación sueño-praxis. Gracias a este sacrilegio, los surrealistas alteran los efectos consagrados del saber.
En sus juegos contestatarios muestran que la función más importante del conocimiento social es la de soñar con magia. Somos hechos del mismo material que los sueños. El sueño es un fiel espejo de nuestros oscuros objetos de deseo. Iluminarlos es una función emancipatoria de la pedagogía. Ella debe incendiarnos con magia y afecto. El proceso didáctico precisa ser un sueño mágico que nos atraiga para devolvernos la libertad. Ese es el camino para encontrar el deseo en los argumentos didácticos: la sala de aula como un sueño que realiza el psicoanálisis del saber. Paraíso peligroso, donde penetran los grandes aventureros. La noche del ser.
El hombre nocturno que ve la noche como iluminación y el día como gestaciones: el hombre luminoso del crepúsculo que muestra Bachelard. Atreverse es un privilegio de los que tienen valor. La experiencia nos enseña que una conciencia demasiado impregnada de lucidez cartesiana impide que el hombre invoque los abismos interiores y que provoque, como el desea, los misteriosos climas de la vida inconsciente, intente disolver sus fantasmas y ejerza su rebelión contra los castradores profesionales o aficionados. Los sueños y la magia como antídotos de la ideología. El sueño para superar la mentalidad cartesiana: esa lucidez cercana del poder. El Bachelard nocturno fue un innovador del concepto de la imaginación, distinto de los padrones académicos convencionales y de los modismos sobornantes, exploró el sueño y la poesía, pensando a la naturaleza como imaginación material. Reivindicó para el conocimiento un incesante derecho de volar la imaginación: el ejercicio de la función diurna del imaginario.
Pensando junto con los surrealistas, Bachelard percibe las corrientes subterráneas del saber, que manifiestan una movilidad diferente de la que se da como superficie de razón: unidireccional, logocéntrica, disciplinada, sin efervescencias psicológicas. El descubre la lucidez de la matemática, el juego creador, el “espíritu de delicadeza”, lo poético de la inteligencia, la ciencia como estética de la razón, como decía Niestzche, es también compromiso del cuerpo con lo concreto del mundo. (...)
Fragmento de: “Manifiesto de Surrealismo Jurídico” . Editora Académica, Brasil, Warat, Luis Alberto, (1988).
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