LA FILOSOFIA LINGÜÍSTICA Y EL DISCURSO DE LA CIENCIA SOCIAL
PROFESSOR LUÍS ALBERTO WARAT
I PARTE
Revista SEQÜÊNCIA UFSC (1980)
1.1 — El hombre desarrolla
su vida en gran medida a través de un proceso organizativo de los datos de su
entorno, preocupándose por desentrañar su aparente orden, su aparente sentido.
La cultura es, en última instancia, la resultante de ese esfuerzo de producción
cognoscitiva. —
Ciencia y mito son
agentes, con que la cultura cuenta para dominar el mundo.
— Son formas reductibles
de modos de constitución del conocimiento, con lo que se pretende establecer
una ordenación para el ambiente físico y social. El pensamiento científico y el
mítico, como agentes de la cultura, muestran aspectos y necesidades distintas
del conocimiento humano.
La primera es la
protocolización de la vertiente racional y tecnológica de la cultura; siento,
por tanto, significativo aquello que resulta observable, verificable,
racionalmente explicable, y que puede ser visto, como prácticamente efectivo;
la segunda forma de pensamiento está colocada al margen de la razón analítica,
constituyendo la protocolización de la vertiente metafísica. Por ella, se trata
de justificar la realidad incontrolada, atribuyéndole, por su intermedio,
realidad a la trascendencia. — La opción entre explicación racional o mítica se
encuentra contextualmente condicionada al grado de control completo que el
hombre tiene de las circunstancias. El mito surge como válvula de escape para
explicar los elementos imprevisibles de la naturaleza, aquellos frente a los
cuales no se tiene ninguna posibilidad de dominio.
Recuerdo un ejemplo de Malinowski, referido a unos isleños muy primitivos, que cuando tenías que pescar en lagunas (medio en el que tenían el control completo de la situación) eran racionales y empleaban un conocimiento de la naturaleza, lógico-experimental y no mágico; pero cuando saliendo, en condiciones aparentemente favorables, a alta mar y surgía una tormenta inesperada y inexplicable, apelaban al mago, que llevaban en la canoa, para que haga frente a esa fuerza, que su tecnología no podía controlar — El mito crea una realidad imaginable a la cual se quiere sensibilizar para atribuirle función de fuente-explicación y con ello poder trascender los limites de nuestro conocimiento. — Claro, que el mito debe ser visto como una expresión polisémica.
También puede hablarse de
mito en relación a aquellas estructuras discursivas que tengan la pretensión de
producir un refuerzo en la cohesión tribal, aquellas construcciones de nuestro
lenguaje destinadas a producir la domesticación del mundo, la domesticación de
lo real, como por ejemplo, el “mito de la tierra sin males”, una especie de paraíso,
que los indígenas de algunas tribus empleaban para encontrar a través de un
ritual de lo sagrado armas sobrenaturales para sobreponerse a las
circunstancias coyunturales, que fueran contestarias a sus tradiciones.
Como un intento
idealizante, metafísico de reencontrarse con sus tradiciones. El mito presenta así
dos variantes claramente diferenciables: una que tendería a la organización de
nuestro universo natural y otra que tendería a la organización de nuestro
universo social; en este último sentido el mito cumpliría una función
socializadora; mediante el mito, la sociedad se despolitiza, mascarando sobre
ideas, de naturaleza o razón, los valores, que permiten la reproducción de sus
modos tradicionales de poder. A través de la oposición natural/sobrenatural se
logra la sustancialización de los valores sociales, de aquellos valores, que
provocan la cohesión del grupo en torno al poder comunitariamente establecido.
La identíficación valor-cosa, es la que produce indiscutibilidad y le otorga su
fuerza normativa, que hace sentir como culpa a todos los modos de su
transgresión. — El simbolismo del mito es entonces inseparables de las
relaciones sociales.
1.2 — El mito sirve, de
esa forma, para transformar una justificación en una aparente explicación. La
gente tiene necesidad de que las conductas intuitivas irracionales, producidas
desde el poder a los sectores interesados, parezcan lógicas. — Por ello, surge
todo un conjunto de explicaciones pseudo-lógicas o pseudo-explicaciones de sus
actos y se estimula así creencias, que motivan acciones afectivas, bajo la
sensación de estar obrando en forma racional. Esto explica también las
continuas referencias al pensamiento mítico en el análisis sociológico. En
otras palabras, la ideología, es la que provoca los mitos en el campo
social
La mayoría de estos mitos
sociales están vinculados al lenguaje normativo. Nunca le son del todo exógenos.
Con ellos se integra un mapa imaginario de la organización social, apto para
promover la reproducción de los valores dominantes y para motivar a los hombres
a su defensa. La ideología que se manifiesta a través de los mitos sociales,
tiene una fuerza operativa, dada su importante carga emotiva, pero
correlativamente adolece de valor teórico por su pobre poder explicatorio.
Estos mitos sociales
recibieron diversas denominaciones a lo largo de la historia del pensamiento
sociológico. Sorel habla directamente de “Mitos” en cambio, Max Weber
emplea la expresión “legitimación del poder”; Pareto los llama “derivaciones”;
Marx “ideología de la clase dominante”; contemporáneamente se usa mucho para
referirse a ellos los términos “slogan” y “estereotipo”; Gaetano Mosca recurre
a la sugestiva terminología de “fórmula política” reconoce, que las mayorías
organizadas están en condiciones de rechazar por la fuerza las actitudes
contestarias a su dominación, aunque solo apelen a ella como último recurso.
Prefieren estabilizar su dominio haciéndolo aceptable a las masas, utilizándolas
por él llamadas fórmulas políticas. Toda clase gobernante afirma Mosca
“trata de justificar su ejercicio real de poder basándole en algún principio
moral universal” Guando Mosca habla de “formulas políticas” pretende englobar en
la extensión de ese término a los valores, creencias, sentimientos y hábitos comunes,
que resultan de la historia colectiva de un pueblo y que lo permiten ser
receptivos a las ficciones producidas para legitimar y asegurar la reproducción
de las condiciones que garanticen la continuidad del poder.
Siempre por más que las
condiciones históricas cambian al consentimiento de las obligaciones - para
Mosca - se basa en algún tipo de fórmula.- Todo régimen exitoso reposa así en
el cuidadoso estímulo de las creencias de las clases inferiores con relación a
la fórmula política dominante. Cuando tales principios han sido adecuadamente
socializados, la clase gobernante por más corrupta que sea tiene todas las
posibilidades de lograr su continuidad.-
Es prueba de ello, el
nacionalismo surgido durante la primera guerra mundial, cuya fuerza social se
mostró aún mayor que la esperada. La soberanía popular - es para Mosca - claro
ejemplo de una fórmula política; es más, la denomina directamente mito
peligroso y puede colegirse que basa esa afirmación en el hecho de que el
concepto en cuestión, con la carga emotiva que lleva, hace creer al pueblo que
gobierna y que los funcionarios elegidos están a su servicio.
Las ideas y planteos
míticos son racionalmente infecundos, valorativamente fructíferos - y no pueden
ser vistos de modo alguno, como componentes de la ciencia, desde la perspectiva
positivista.- Miradas desde el conocimiento analíticos, sus cuestiones carecen
de sentido. Ellos, por principio, no pueden ser objeto de prueba o explicación
alguna. Las necesidades, que la producen, se desentienden del poder
demostrativo. La prueba, la verificación de lo afirmado, es competencia
exclusiva de la razón analítica y no vale como criterio, fuera de ese ámbito,
no tiene valor para el discurso o las propuestas míticas.- La exigencia de
actos de verificación para las cuestiones míticas solo tiene relevancia, en la
medida, en que ellos puedan de contrabando o para superar lagunas; operar en el
seno del discurso científico. Detectada la imposibilidad de prueba de un
enunciado con pretensiones de cientificidad esta pierde automáticamente su
status de enunciado científico; es descartado por carecer de sentido.-
1.3 La filosofía
neopositivista, al privilegiar la crítica del lenguaje, a través del cual, el
conocimiento se constituye, intenta trazar los limites del discurso
significativo, siendo un sin sentido lo que se encuentra del otro lado del
limite. Para los cultores de los lineamientos trazados por Wittgestein, la
ubicación de la línea, que demarca el sentido y el sin sentido, pasa por la distinción
entre el pensamiento racional, y el mítico, previa identificación de lo primero
con los enunciados verificables y la caracterización de los segundos, como
enunciados metafísicos. Los límites de lo que puede ser dicho con sentido, pasa
por la posibilidad de prueba de correspondencia con los hechos, opera dentro
del campo de la experiencia posible. Si las palabras se aplican para referirse
a situaciones que no tienen correspondencia con los hechos carecen de sentido.
El discurso fáctico fija los límites de lo que puede ser dicho con sentido. De
esta forma, para el empirismo solo será significativo el discurso de la ciencia
y esta será identificado con el discurso fáctico. Esto trae serios problemas
para la caracterización, como científica, de las teorías sociales en donde deba
resolverse hasta que punto el condicionamiento social suple a la verificación.
Aceptándose el criterio
empírico de significación para las teorías sociales, se corre serios peligros
de cosificar las valoraciones y de pensar a los componentes ideológicos como
factores extraños al conocimiento y por tanto fuera del límite de lo
significativamente aceptado.
A lo sumo, asumir el criterio
empírico de significación, puede servirnos para no olvidamos del principio de
Hume e intentar derivar prescripciones de enunciados, descriptivos o viceversa,
y exigir verificabilidad, frente a enunciados a los que no corresponde someterlos
a dicho proceso de atribución significativa. Pero en modo alguno, el criterio
neopositivista de sentido puede llevarnos a descartar otros posibles modos de
establecer el limite, entre los enunciados con y sin sentido. — El tampoco es
único criterio válido para decidir cuando un conjunto de enunciados tiene o no
el status de científico, máxime si lo que nos está preocupando es la teoría
social.
1.4. Al margen de esta
necesidad que tiene la ciencia de demarcar, con toda precisión, el ámbito del
entendimiento racional, da idea de prueba o verificación introducida para las
cuestiones míticas, responde al olvido de que el hombre cuenta con fuentes
heterogéneas para producir una relación consciente con el mundo. La búsqueda de
verificación para el discurso mítico, puede responder a dos órdenes de
necesidad: 1) puede ser consecuencia de los resultados exitosos de la ciencia;
2) puede ser visto, como corolario inevitable del condicionamiento ideológico
del conocimiento.
Como un modo de intentar
la sustancialización de los valores que determinan la coacción grupal, en las
sociedades contemporáneas, la técnica paso a ocupar el lugar dominante, por su racionalidad,
en relación a la producción mítica, por lo que, se intento hacer funcionar el
mito conforme a las reglas del conocimiento analítico. Se quiso la
racionalización del mito; básicamente, nace un esfuerzo que tiende al
encasillamiento del mito dentro de los criterios de verificación. Se intenta en
vano convertir los planteos metafísicos en componentes del conocimiento
racional.
Esos ensayos
caricaturescos por darle status científico a las propuestas míticas y
metafísicas, justifican plenamente las preocupaciones del positivismo lógico,
que procura explicitar claros criterios de demarcación entre los enunciados
científicos y los metafísicos. Epistemológicamente, se intenta, desde el
empirismo lógico, distinguir las genuinas proposiciones de las pseudo
proposiciones, vale decir, de los enunciados míticos con ropaje de enunciados verificables. La crítica
del lenguaje principal, bandera del neopositivismo, es en el fondo, una defensa
contra la racionalización de la metafísica.
1.5. La búsqueda de
prueba convierte al mito en producto ideológico, en razón de que cuando los
valores de una sociedad humana son transmitidos en forma dosificada,
objetivados, como siendo sujetos posibles de una verificación, permiten
de un modo altamente satisfactorio la reproducción de la estratificación
social existente.
A diferencia de la ciencia
el mito favorece la necesidad de concebir al mundo como continuo. El mito
retóricamente presentado como sujeto a verificación, nos da el derecho de
suponer, que en lo pasado crece y se conserva algo que no es efímero, que en la
contingencia de los hechos, se va cristalizando un sentido que no es
directamente visible. Una vez conseguido que el hombre crea en la perduración
de los valores personales, el poder político puede erigirse en el legítimo guardián
de los valores míticamente afirmados. La metafísica en el sentido lato es por
tanto un acto de afirmación de valores políticamente comprometidos. Compromiso
que es enmascarado tras la referencia a un ser incondicionado o en los intentos
por fijar los valores del mito como científicamente válidos.
1.6. Todos los fundamentos en los-que se arraiga la conciencia mítica, tanto en su versión inicial, como en sus prolongaciones metafísicas, necesitan de ciertos ajustes epistemológicos, para poder efectuar dicho planteo, en relación a la teoría social.
La versión moderna del
pensamiento mítico se desarrolló principalmente en la esfera del discurso
político. El poder necesita del mito para asegurar las formas de su
reproducción. Claro que ya no se manifiesta lingüísticamente a través de sus
formas primitivas, aunque sigue descansando en las esencias antes que en el
entendimiento racional; son un producto de la presencia de criterios de fe.
Ahora bien, en este campo
de las justificaciones políticas, el mito no encuentra su concreción a través
de discursos antropológicos o propuestas metafísicas, sino mediante el empleo
de slogans, arquetipos, estereotipos y apreciaciones del mundo, dadas a través
de discursos premoldeados, estandarizados.
El mito moderno cumple
asila ficción de un prêt-a-porter valorativo más que para encontrar una
justificación ante una tecnología que no se domina, sirve para el control del
comportamiento social. Mediante el mito político, ciertas élites detentoras del
poder político, predeterminan los efectos del hombre, marcándoles los modos en
que tienen que opinar y valorar.
Continuará...
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