Comunicação do Prof. Luis Alberto Warat do CPGD/UFSC
Revista Seqüência. UFSC, Florianópolis, SC, Brasil V.
14 n. 27 (1993)
2da.
PARTE
Segundo movimiento
III. El encuentro de
tres saberes
En el umbral de una
tarea cooperativa entr el derecho, el psicoanálisis y la política, no me
gustaria dejar de subrayar, de algún modo, mi resistencia a la articulación,
entendida como posibilidad de un nuevo campo de saber o una nueva mirada
interdisciplinar. Las veo como dos propuestas imposibles. Creo que lo que debe
predominar es el intento de ver a los otros saberes como “extraños en mi propia
palabra”. Unicamente el espiritu del seminario como actitud: poner las palabras
en estado de seminario. Y sentirse disponible para la sorpresa, desconcertado
por una diferencia
que no estaba en mi sospecha.
Afectos,
incitaciones, devenires de subjetivación, es lo que yo espero de un primer
contacto, en el inicio de un pensamiento coextensivo (con aproximaciones, distancias
y bifurcaciones forzosas) entre lo psicoanalítico, lo jurídico y lo político; en
lo que hace a la creación de nuevas formas de ser en el mundo (la intensificacción
de la subjetivación), nuevas modalidades de pensamiento (alteración de las
apuestas filosóficas- estéticas), el retorno de la ética y de la estética (en
lo político, en el trato con los otros y en las condiciones de vida ), así como
de la cooperación en el descubrimiento de problemas que la dominación trata de
reprimir.
Cada uno siendo el
extraño” de los otros.
La cooperación de
tres “campos temáticos” que se pueden aproximar, en una vecindad cómplice, para
aceptar el desafío de crear los pensamientos, actos y afectos sustitutivos de
una modernidad, que puede estar saliendo de la escena del sentido junto con
este siglo. Es decir, las ideas los actos y los afectos, que harian el tránsito
de la modernidad: la polifonía semiótica de la transmodernidad. Diciéndolo
desde otro ángulo: las instancias semióticas productoras de una subjetividad en
devenir. Una fuga a tres lugares para lo indecible en el estilo de vida de la
modernidad. El intento de crear un compromiso, desde tres lugares, para el
devenir de la postura estética-ético política, que a la vez facilite la
producción de una subjetividad que apueste en la reconquista de la autonomía.
IV. Brechas en la
modernidad.
Hay una manera de ser
en el mundo que está muriendo. Sobre esto existe un razonable consenso. Los
diferentes registros semióticos que concurrieron, en la modernidad, para la
formación de la subjetividad están siendo rápidamente alterados: la ideología,
la ilustración, el iluminismo, la tensión sujeto-objeto, la utopía, el referente,
parecen haber acabado con sus funciones. Todo un estilo de vida, toda una
concepción de lo político-social, está siendo puesta en duda. El segmento filosófico-estético
-político -ético -científico de una modernidad, que provocó el desencanto por
los significantes supersticiosos y trascendentes parece ahora, desencantarnos
por sus razones. Está entrando en declive sin realizar el mundo virtual que
algunos de sus filósofos inventaron.
La modernidad nos
transportó para determinados modos de existencia, a una determinada concepción
del tiempo y del sujeto, de la utopía y la verdad, que se eclipsaron en
abstracciones que la banalizaron, acentuando más posturas destructivas que
apuestas constructivas (con filósofos mucho mas preocupados en hacer – con imposibles
expectativas de explicación representativa - la apología del “mi”, que en
construir el ”entre-nos” de un pensamiento creativo).
Esta es la situación
frente a la modernidad. Ahora bien, nada se puede intentar pensar sin examinar
las luces y las sombras, las razones y los indecibles del pensamiento que en
ella predominó. Para pensar la invención del futuro, para hacer el devenir de
la autonomía, es también necesaria una mirada creativa sobre el pasado, es
decir crear los pensamientos constitutivos del “recuerdo” de los acontecimientos:
una fuga de la historia hacia el recuerdo (sin lo siniestro de la memoria, que
carga al olvido de represión). El olvido - como represión- cuando se transforma
en recuerdo libera los sentimientos, permitiendo que el deseo ligado al recuerdo
ingrese en la actualidad del juego erótico. La recuperación de los sentimientos
adormecidos, que es esencial para la transformación de la subjetividad.
Un “irse”:al pasado
para escapar de él. El reencuentro (superador) con las fantasías pétreas, que
descompusieron el deseo ejerciendo un supremo dominio sobre los individuos. Una
fuga del presente hacia el pasado, para inventar el futuro.
La mirada puesta en
el pasado, para captar los puntos de turbulencia rítmica que insinúan un cambio
virtual en la subjetividad: las intensidades que pasaron denunciando el futuro,
perturbando la historia (como una continuidad de movimientos soldados) para
anticipar sus diferencias, en el momento indecibles.
El rumor de las
diferencias que vendrán. También: una comprensión de lo que no fue dicho para
retardar (o abortar) la liberación de las diferencias. Ese concierto barroco
que no pudo ser ejecutado.
Todos los días los
medios nos hablan de algún final. La historia, la ideología, el sujeto,
aparecen constantemente ligadas a la palabra “fin”. De que finales están hablando?.
Es la petulancia del sueño americano delante los escombros de sus oponentes?.
Es un efecto escatológico de algunos aspirantes a iluminados?. Es el miedo del
hombre de ser reducido a una imagen sin cualidades, a una réplica sin variantes?.
El hombre perdiendo su fantasía de super-subjetividad (la antigua idea del
sujeto).
Se me ocurre que en
algún lugar se mezclan, todos esos interrogantes como variantes virtuales de
otro tipo de final. Creo que lo que se anuncia y anticipa es el acabar de toda
una concepción de la temporalidad como historia. En el fondo un deseo de salir
huyendo de la historia hacia el devenir. El augurio de una subjetividad sostenida,
como temporalidad, por sus propios movimientos y alteraciones. La subjetividad
como configuración del tiempo ya no como efecto de la historia, esa fábula
plagada de certezas, de héroes y grandezas iterativas.
Esto quiere decir: El
fin de la historia, como una forma de empezar a experimentar todo lo que escapa
a la historia. El fín de la historia, para que ést comience a ser entendida
como línea de fuga temporal. La historia trazada por sus bordes, por sus puntos
de fuga, por sus fisuras, por lo que nos hace huir del folletín hacia la emancipación.
El fín de la historia como coágulo y el comienzo de otro tipo de temporalidad,
la que nos instala en lo naciente: el devenir, la heterogénesis de la
subjetividad y sus movimientos. Una toma de distancia de lo que fue acumulado como
saber, para poder ir creando lo nuevo mientras se lo explora (se lo cartografía).
El fin de la
historia, sustituida por el devenir; el fin de la ideología, sustituida
por la incertidumbre;
el fín del sujeto, reemplazado por el transcurso de la subjetividad. Un cambio
en la concepción de la temporalidad.
El abandono de los
relojes para medir el tiempo, por los puntos de subjetivación, por los
desplazamientos (los pliegues) en la subjetividad.
La historia minada
por el devenir. Esta creo que es la primera tarea cooperativa del
psicoanálisis, de la Filosofía del Derecho y de la Filosofía política (revistas
deleuzianamente, algo
que todavía no esta hecho).
Estoy hablando de un
momento cooperativo que puede ayudar a desencadenar el tiempo como
subjetividad, que se permite constantemente auto-alterarse. Un dispositivo de proliferación;
el tiempo como lo desconocido que multiplica la subjetividad: ese delicioso
tiempo de la navegación intensiva. La temporalidad sin garras, conducida por lo
indecible que llama al deseoso.
Psicoanalistas y
filósofos del Derecho y la política pueden cooperar- sin tratar de ocupar el
lugar ajeno - para crear la cartografía que responda al llamado de lo
indecible. Cada uno desatando a los otros como cómplices: los otros como lo extraño
en el propio discurso. La historia, que suspende la afluencia de las
certezas, ese espejo que detiene. Los otros portando el devenir que nos aleja
de las propias verdades, que prueban la realidad por el frio (la huida de las
escarchas). El devenir, ese comienzo de la filosofía como prueba del deseo.
Y ese será,
precisamente, el blanco de las flechas que trataré de disparar a través de esta
comunicación. Es decir: mi forma de tratar de hacer del jurista un “dislocado
solicitante” de sus indecibles, el que se reencuentra con los rumores reprimidos
en los lenguajes organizados. El jurista que huye de sus coágulos, rutinas y
escarchas .El jurista que huye de lo que ya sabe (y en muchos casos que no
quiere saber que sabe), teniendo al psicoanálisis y a la filosofía política
como cómplices de sus fugas: las ”otras” que lo ayudan a escapar, que lo ayudan
a sorprenderse y angustiarse por la revelación de lo que repite.
V. Las “otras” del
Derecho y el “plano del inconciente”
Los lugares desde
donde inicialmente disparé mis flechas pueden despertar una leve sorpresa si se
esperaba que yo tratara de situar esta convocatória de articulación, en un
lugar estrictamente jurídico. Pero esto no me es posible. La teoría jurídica y su
filosofía exprimem problemas poco propensos a la formación de circuitos adyacentes,
para que los juristas se pregunten sobre sus prácticas y lo ilusorio de las
creencias que las sostienen. Es una teoría sobre un delirio con efectos mágicos
(o si se quiere un devaneo significante con mil marcas de un combate
alucinado), que en muchos caso no ultrapasa los esfuerzos por dotar de
cientificidad al saber de los juristas, o de oponerse a ello desde posiciones
que van de la semiología al marxismo académico.
Sobran los dedos de
una mano, para contar los juristas que osamos fabular un movimiento de
constitución de otras realidades posibles para el Derecho, asi como fabricar
sus propias otras (cómplices, reserva salvaje, lo femenino del deseo, los
extraños) que tornan en parte decible, por la parceria en el devenir de la subjetivación,
lo indecible; o inventar su propio” plano de inconsciente”. La” otra” que
despabila sin la densidad de la protectora.
El “plano del inconsciente”
es una idea que ahora estoy elaborando, a partir de Deleuze y Guattari, en
un proyecto de investigación aprobado por el CNPq y que se refiere a lo
indecible que se encuentra en los diversos registros semióticos
en el estado de las
cosas y en los otros: el inconsciente de la subjetividad agenciada en lo
social, la subjetivación en cuanto indecible, la semiótica en su “no-dicho”, que
tiene que irrumpir en los estados de existencia como efectos conceptuales, afectivos
y sensibles del devenir de subjetivación. Esa seria la semiótica en su realidad:
un plural de subjetividades carnavalizadas o cartografiadas que hacen decible,
como fábula, lo indecible; lo indecible fabulado. La trascendencia vista como
indecible.
El” plano del
inconciente” seria la construcción de la fuga emancipadora, que es siempre
hacia lo indecible. La subjetivación que se puede ir haciendo (cartografiando)
a partir de múltiples elementos: sucesos, significantes, afectos, sensaciones,
otros cuerpos, percepciones. En todos ello está presente un indecible (lo
indecible de lo decible) que precisa una construcción del inconsciente más
filosófica y estética que extraída de las creaciones de la clínica. Esto para
poder hacerse cargo de la subjetividad, que transita como foco existencial
colectivo en el “entre -nos “de los cuerpos, que también contiene su inconsciente,
una ciudad escondida.
Aquí lo importante es
aceptar: 1) que todo elemento semiótico porta, autónomo, una instancia inconsciente
como indecible; 2) que tratando de construir un decir para esos no dichos, se
construye la subjetividad, que construye -a su vez- lo existente como realidad
y la discursividad como función existencializante ;
3) que los puntos de
subjetivación de esa subjetividad (su multiplicación emancipadora) se enriquecerían
situando lo psicoanalítico, lo político y lo jurídico en el encuentro de lo
filosófico, lo ético y lo estético.
Estoy apuntando para
un inconsciente carnavalizado, que se corresponde con una concepción polifónica
de la subjetividad, como la propuesta por Guattari. El acto de aprender la
subjetividad en su creatividad procesal y en sus relaciones con el otro, sin
tratar de atarla a una apuesta de cientificidad (focalizando todo lo que el estructuralismo
colocó entre paréntesis). Se trataría de un inconsciente y de una subjetividad
inventada desde la filosofía, la ética y la estética, pero lejos de la” verdad
prevenida” de la ciencia. Un inconsciente construido para dar cuenta de una subjetividad
que tiene un cierto grado de autonomía con relación a la individuación, trabaja
por su propia cuenta produciendo narrativas (intensivas y polifónicas) directamente
inscriptas en el imaginario social.
Generalmente esas
narrativas funcionan como mecanismos de captura e institución de modos de ser,
de figuración social, de territorialización existencial, que inciden - con
efectos (a)discursivos - no son discursivos en si mismos - sobre lo que se
espera que uno deba ser, de como uno deba amar, valorar, decidir sobre lo justo
o lo bonito; narrativas (de opinión) que deciden, con pasajes transversales,
sobre nuestros fantasmas. Narrativas que en agenciamiento capitalístico, suelen
“invisibilizar” lo diverso, suprimen la alteridad y reprimen (como indecible)
el proceso socio -histórico de su constitución (lo inscriben en el plano de la
necesidad, fuera del principio de realidad, como instancias naturales - pensemos
en la noción de igualdad jurídica). Narrativas, en fin, que tornan oscura la
articulación del significante y sus contenidos.
Estoy hablando de la
determinación social de los indecibles, cuyo interdicto solo podra ser
levantado con la constitución de un “plano de inconciente”, orientador
de una mobilidad que permita decir algo sobre la hiper-complejidad de los indecibles.
Decir algo de ellos es producir un punto de subjetivación, es alterar
la subjetividad, y es
también hacer filosofía.
Es claro que para
construir el” plano de inconsciente”, que de cuenta de los indecibles,
precisamos del creador y sus “otras”: el “entre- nos” sin el cual no hay
creatividad. La “otra” que porta lo indecible y ayuda a subjetivar. No habría creatividad
sin una” otra” que funcione como inconsciente, como lo que una vez llamé de
deseo negro (el deseo que no quiere quedar fijado en ninguna adicción, principalmente
la del poder). Veo, así, a lo inconsciente como una “reserva salvaje” que se
constituye en el “entre-nos” :
VI. De la
imposibilidad de ser la “otra” .
Falta en la Filosofía
del Derecho los creadores y sus otras : el “entre-nos”.?.
Les falta a los
juristas su reserva salvaje?
En realidad los
juristas, por tradición, piensan que dominan un discurso social rector y no
esperan nada de lo psicoanalítico o lo político (como tampoco de cualquier otro
pensamiento sobre lo social). No hay ninguna demanda para esas dos direcciones.
Los juristas no quieren tener ni ser la otra.
En su negativa de”
tener- ser” la “otra” los juristas tratan de valerse de los psicoanalístas como
un argumento que puede ser sumado a sus tradicionales recursos de
interpretación de las leyes y niegan lo político fundiéndolo con sus creencias,
en la legalidad abstracta.
Así las cosas, lo psicoanalítico
y lo político solo podrían contribuir (en una primera intuición) como las zonas
extrañas que le faltan al Derecho para poder alterar la imagen de su propio
pensamiento, sus afectaciones significantes, (esos flujos vaporosos de
apreciación que llame en otras oportunidades de sentido común teórico) y
desalambrar su delirio en un alboroto semiótico que desemboque en un proceso
creativo, en un cambio de las coordenadas enunciativas. Ayudarlos a encontrar, en
términos deleuzianos, sus primeros filósofos del Derecho (como estéticos).
Hace muy poco tiempo
que un reducido número de juristas consiguen comenzar a pensar al derecho como
un” algo” que debe ser creado en su propio transcurrir, falseando
(carnavalizando o mostrando surrealisticamente) ideas preestablecidas, dejando
de pensar la creatividad jurídica como una actividad de interpretación de los
sentidos de las leyes que organizan el Derecho, apenas como la dilucidación de
componentes ya existentes. La creación jurídica revista como irrupción de otras
coordenadas enunciativas. La creación del derecho como el deseo del poeta. La
creación que llama al deseoso: lo poético que encuentra un punto de fuga en
cualquier situación (Nestor Perlongher).
Los juristas nunca
consiguieron atribuir un carácter positivo a la indeterminación y a lo
indecible. Nunca consiguieron escapar de sus fantasías de seguridad, inclusive
cuando hablan en nombre de la equidad. Inventaron la tipicidad para evitar que
los juristas cambien sus modos de pensar. Hace poco más de veinte años que
comienzan a aceptar que existen indeterminaciones de sentido en
las palabras de la
ley. Y cuando yo dije por primera vez estas cosas, casi me cuesta la vida en la
argentina de Videla.
Sospecho que no
existe un devenir jurídico. Los juristas reflexionan sobre lo abstracto o lo
histórico sin crear nada y sin conseguir hacer sus propios movimientos de fuga
(la huida hacia sus indecibles). Sus principios de crítica y ruptura no pasan
de una afirmación de identidad, por y en sus tradicionales imágenes de
pensamiento, siempre en el interior de sus viejos aparatos institucionales: el reciclaje
ilusorio en los circuitos del orden jurídico oficial. Este seria el caso de los
usos alternativos del derecho, con alguna prensa en el Brasil). La crítica
jurídica incidiendo de un modo artificial en la trasformación social brasileña,
mientras reaparece el temido “quebra -quebra” como una forma salvaje de fuga de
la segregacion.
Claro que existe la
contrapartida del proceso de destitución de Collor. Pero este pliegue de
subjetivación colectiva tiene que ser leido: 1) como un acto de afirmación de
la ciudadania que denuncia; 2) como una grave falta de pasaje entre los
juristas.
No hay en lo jurídico
el devenir como fuga de creatividad, que levanta interdictos abriendo una
polifonía de posibles. Falta el vértigo de muerte como tentación de alteridad
absoluta, diria Guattari. Falta el juego poético con el limite, que aleja
ciertos componentes de semiotización y transforma los agenciamientos de enunciación
y posibilidad.
Estoy queriendo, con
todo esto, decir de un modo indirecto, que lo jurídico precisa de lo
psicoanalítico y lo político, como factores de constitución de la” otra” del
derecho (así como de los puntos de fuga) pero no puede funcionar –por el
momento- como la “otra” de lo psicoanalítico o de lo político (la búsqueda de
lo indecible que altera la subjetividad). El derecho porta y garantiza una
imagen ilusoria de si mismo, un arsenal de deseos vaporosos que tienen más que
ver con un mercado de consumo de la seguridad, lejos de los procesos de
subjetivación que minan los cálculos de la dominación. Inclusive jugando el
juego de la transgresión no consiguen cambiar su modo de pensar. Por eso pueden
cooperar poco como” otra” en los movimientos que alteran la subjetividad, en el
devenir emancipador de la subjetivación (la alteración de los acontecimientos,
por desvíos de enunciación y posibilidad, que permite decir lo indecible: lo
nuevo como los dichos de lo indecible). En el deliro nadie consigue ser la
otra.
CONTINUA
.
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