La lengua quieta
La Real Academia Española se pronunció contra los manuales de lenguaje no sexista que proponen hablar de la ciudadanía en vez de los ciudadanos, entre otras recomendaciones para salir de la exclusividad del uso del masculino. Los académicos dispararon que una voz más inclusiva no permitiría hablar. En la Argentina, la directora del Museo del Libro y de la Lengua, María Pía López, considera que es una resistencia política y no un problema gramatical, pero que no necesariamente la mejor manera de reflejar los cambios sociales es con un autoritarismo correctivo
16/3/2012. La palabra femicidio no está en el diccionario, avisa la Real Academia Española (RAE). La palabra cibernauta sí: (persona que navega por ciberespacios). El diccionario más oficial de los oficiales pudo incorporar la tecnología pero no la definición de cuando una mujer muere por ser mujer. En el Diccionario Integral del Español en Argentina –una versión local realizada por Clarín– figura desconche (que no está en el de la RAE) y que implica desorden y descontrol en formato coloquial. También se encuentra feng shui o mp3. Pero femicidio no.
La omisión del significado de femicidio es simbólica porque no implica solamente invisibilizar los crímenes a mujeres por parte de hombres que las consideran su propiedad. También porque es una sola palabra, clara, contundente, simple y tan escrita como oral. No se puede decir que estira las frases (como todas y todos), que impone cortes en la lectura de tod@s o de todxs. No se le puede achacar que genera una brecha entre el lenguaje oral y el escrito y, sin embargo, tampoco está inscripta en los diccionarios españoles ni argentinos.
El lenguaje no sexista, en su totalidad o en cada una de sus elecciones, es una marca de los cambios sociales. Pero hay frenos que también simbolizan el rechazo que producen esas movilizaciones, muchas o pocas, por todo o por algo. El problema no es cómo se escribe sino qué se inscribe cuando se escribe. “No es un problema gramatical, es un problema político”, asegura la socióloga María Pía López, directora del activo Museo del Libro y de la Lengua dependiente de la Biblioteca Nacional.
Ella replica, así, las afirmaciones del informe “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer”, realizado por el académico Ignacio Bosque y aprobado por la Real Academia Española (RAE), en donde se sostiene que “si se aplicaran las directrices propuestas en las guías de lenguaje no sexista en sus términos más estrictos, no se podría hablar” y se manifiesta en contra de las sugerencias para dejar de decir “todos los ciudadanos” y, en cambio, apelar a la ciudadanía.
“Es una opinión de la academia que tiene muchos problemas. Uno de los problemas es que tiene espíritu corporativo y arrogante”, apunta María Pía. Ella también está atravesada por temores, deseos y decisiones que tienen que ver con la lengua, pero también con su perspectiva femenina.
Su última novela se llama No tengo tiempo porque siempre decía que no tenía tiempo para escribir hasta que decidió dejar de decirlo. “La empecé a escribir a los 39 años porque estaba obsesiva con el tema de la edad y aparecía el problema biológico y me sentía incapaz de pensar en la maternidad porque una adolescente no piensa en esas cosas”, dice y se ríe, de ella, de las palabras y del tiempo. El tiempo la atravesó a los 30 para empezar a hacer gimnasia, a los 39 con el golpe del reloj biológico que se calmó con la escritura y, ahora, a los 42 más relajada. “El libro logró que se me vaya el tema de la cabeza”, cuenta, aunque no sabe que le va a pasar a los 50 ni el tiempo en que tardará en aparecer su próxima novela: Habla Clara.
Su última novela se llama No tengo tiempo porque siempre decía que no tenía tiempo para escribir hasta que decidió dejar de decirlo. “La empecé a escribir a los 39 años porque estaba obsesiva con el tema de la edad y aparecía el problema biológico y me sentía incapaz de pensar en la maternidad porque una adolescente no piensa en esas cosas”, dice y se ríe, de ella, de las palabras y del tiempo. El tiempo la atravesó a los 30 para empezar a hacer gimnasia, a los 39 con el golpe del reloj biológico que se calmó con la escritura y, ahora, a los 42 más relajada. “El libro logró que se me vaya el tema de la cabeza”, cuenta, aunque no sabe que le va a pasar a los 50 ni el tiempo en que tardará en aparecer su próxima novela: Habla Clara.
¿La lengua te ayudó a desanudar una preocupación de género como el reloj biológico?
–Totalmente. También tiene que ver con qué escritura como escritora y lectora me interesa. La escritura de ficción está muy ligada a Clarice Lispector o Diamela Eltit (una autora chilena fantástica) que tienen escrituras muy experimentales y, al mismo tiempo, pensamientos sobre el cuerpo. Yo venía del ensayo pero la literatura me permite dejar atravesar el cuerpo con la palabra. En la literatura construís personajes de ficción y podés dejar que la lengua se vaya para cualquier lado y pueda atravesar lo soñado. La literatura como fuga: narrar es irte más lúdica y poéticamente a una zona que desconocés.
Hay un texto de Helen Cixous que dice que el mito que organiza la subjetividad femenina no es Edipo sino el de Caperucita: que si te distraés mucho te come. Pero esa idea de que hay una narración de Caperucita es muy interesante para pensar una literatura femenina en una situación de amenaza, en cierta clandestinidad.
Hay un texto de Helen Cixous que dice que el mito que organiza la subjetividad femenina no es Edipo sino el de Caperucita: que si te distraés mucho te come. Pero esa idea de que hay una narración de Caperucita es muy interesante para pensar una literatura femenina en una situación de amenaza, en cierta clandestinidad.
En textos buenos, berretas, excelentes hay una alta concentración de relatar vivencias que están atravesadas por lo femenino...
–Es muy difícil esa categoría de literatura femenina. Pero creo que las mujeres están menos obligadas a mantenerse iguales a sí mismas, hay mayor apertura al aprendizaje o al intercambio.
¿Es una negación al aprendizaje que la RAE diga que es imposible un lenguaje no sexista?
–Hay varios planos a pensar. Primero, el lugar desde donde se anuncia, que no es inocente o casual. La Real Academia Español tiene una posición sobre la lengua que es prescriptiva: intenta fijar una norma y sancionar algunos usos como incorrectos y lo hace desde un modelo en que no deja de reproducir la idea de centroperiferia. Nosotros somos un país que tiene una de las variedades de español de las muchas que hay en América latina.
El problema es que la Real Academia actuó durante toda su historia como si la que habla España fuera la única válida y todas las demás –peruanismos, mexicanismos, argentinismos– desvíos. Es una opinión de la academia que tiene muchos problemas como su espíritu corporativo arrogante y se enoja porque no fueron convocados lingüistas para escribir los manuales de lenguaje no sexista que se produjeron en universidades españolas. Pero no es un problema gramatical, es un problema político.
Cuando hay minorías activas que plantean la necesidad de poner especificaciones en juego en la lengua no se puede negar que son disputas políticas diciendo que la gramática indica otra cosa. Eso sería pensar que la gramática está dada por sí y no por cierta inscripción de lógicas de poder. No se puede decir que hay un uso genérico del masculino y eso ya está dado. Eso sería renunciar a que las sociedades se mueven, que cambian su forma de relación entre los grupos, sus creencias y también tienen que poder expresarlo en el plano de la lengua. ¿Cómo registrás el cambio de vida social y de la gente?
El problema es que la Real Academia actuó durante toda su historia como si la que habla España fuera la única válida y todas las demás –peruanismos, mexicanismos, argentinismos– desvíos. Es una opinión de la academia que tiene muchos problemas como su espíritu corporativo arrogante y se enoja porque no fueron convocados lingüistas para escribir los manuales de lenguaje no sexista que se produjeron en universidades españolas. Pero no es un problema gramatical, es un problema político.
Cuando hay minorías activas que plantean la necesidad de poner especificaciones en juego en la lengua no se puede negar que son disputas políticas diciendo que la gramática indica otra cosa. Eso sería pensar que la gramática está dada por sí y no por cierta inscripción de lógicas de poder. No se puede decir que hay un uso genérico del masculino y eso ya está dado. Eso sería renunciar a que las sociedades se mueven, que cambian su forma de relación entre los grupos, sus creencias y también tienen que poder expresarlo en el plano de la lengua. ¿Cómo registrás el cambio de vida social y de la gente?
¿Por qué tanta negativa a un cambio que es evidente en la realidad cotidiana?
–La conclusión a la que llega el documento es que si se siguen ciertas prescripciones como el todos y todas o las formas impronunciables de la X y la @ se evitaría la economía de la lengua y se distanciaría lo oral de escrito porque no podés pronunciar la X o la @. Acá estaríamos en una situación medio rara, donde habría una lengua oral que seguiría en la generalización del español y una oficial que, en un esfuerzo por lo políticamente correcto, se vuelve impronunciable pero al mismo tiempo lo hace para registrar un conjunto de luchas que modificaron la sociedad.
¿Puede darse un cambio profundo sin un cambio en el lenguaje?
–No, en la lengua está la posibilidad de que ocurran cosas graves o no ocurran. La emancipación requiere cambios y una sociedad más igualitaria necesita que se hable en los modos que la nombramos.
Pero también nos exige pensar cómo se produce ese desplazamiento del lenguaje que no implique la inhibición de la producción oral. Me preocupa cómo lo pensamos en lo cotidiano más que en la generación de un manual para que sea usado por las instituciones públicas. No estaría bueno que aparezca como vigilancia de la corrección del mensaje. O que el que no empieza con todos y todas cometa pecado de sexismo y, a la vez, alguien pueda decir todos y todas para marchar en contra de la despenalización del aborto. Hay una construcción de lo femenino en el discurso que se visibiliza de un modo más interesante que con la enunciación ritual del todas, porque si no me imagino que se van a decir las cosas más reaccionarias y patriarcales diciendo todas y todos.
Pero también nos exige pensar cómo se produce ese desplazamiento del lenguaje que no implique la inhibición de la producción oral. Me preocupa cómo lo pensamos en lo cotidiano más que en la generación de un manual para que sea usado por las instituciones públicas. No estaría bueno que aparezca como vigilancia de la corrección del mensaje. O que el que no empieza con todos y todas cometa pecado de sexismo y, a la vez, alguien pueda decir todos y todas para marchar en contra de la despenalización del aborto. Hay una construcción de lo femenino en el discurso que se visibiliza de un modo más interesante que con la enunciación ritual del todas, porque si no me imagino que se van a decir las cosas más reaccionarias y patriarcales diciendo todas y todos.
Se aprobó el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género: es imposible que no haya cambios...
–Claro, pero eso muestra la vitalidad de la lengua, que a partir de lo que tiene puede crear nuevas cosas, que es una situación muy promisoria, muestra la vitalidad de la sociedad en palabras como femicidio o transgénero que son todas las que te pone el word en rojo. Es el mismo problema que tuvieron las vanguardias artísticas que debieron lidiar con valores preestablecidos de que era el arte. No es una pelea fácil. El sentido común tiene un régimen que se pone a la defensiva.
¿Cuál es tu propuesta?
–Más que armar un manual de procedimientos, generar la búsqueda de un lenguaje que logre captar los nuevos modos en que la sociedad se mueve y que también permita luchar por más transformaciones de esa sociedad.
Fuente: Página 12
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