Hipócrita caparazón
Los hombres viven diez, veinte, treinta años, importándoles todo, llegando a la realidad de su tiempo, metiéndose en ella, y buscando más allá de toda realidad habitualizada una justificación para su existencia –aunque esta no sea más que su grito de dolor frente a los demás y/o la llegada del grito de los otros.
Luego comienzan a creer que su prisma está completo, -la ordenación revelada-, petrifican su esperanza, cristalizan sus valores, se encierran dentro de un hipócrita caparazón y se sientan sobre sus tumbas a esperar la muerte. A ver pasar la realidad, sin fuerzas, para participar en ella desdeñándola. Sumiendo la contrafigura de lo que ellos, una vez proclamaron Vida.
Los abogados viven cinco años antes de recibirse, y cinco después, con la secreta esperanza de poder volcar en el Derecho toda la realidad de su tiempo.
Luego su clima también se quiebra/ la luz de ceremonias los invade / acorazándolos / encerrándolos en formas / impregnándoles un evangelio secular.
Y entonces empiezan a hablar a extramuros de la gente.
A hacer sus alegatos al correr de la pluma.
Defendiendo en diez minutos el principio de la inviolabilidad de la defensa en juicio.
Metiéndose dentro de una normativa caparazón.
La del molde aceptado.
Adquiriendo la peligrosa racionalidad de los desvinculados.
…siendo uno más entre todas las legiones de romanos que nos siguen invadiendo dentro de la historia…
Luis Alberto Warat
"Derecho al Derecho", Editorial Abeledo Perrot, Buenos Aires (1970)
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