La era de la comunicación electrónica comienza a ser desenvuelta, para nuestra cotidianeidad, en el interior de una cultura de bienes precarios. Para muchos latinoamericanos, consumir es un sueño intangible. Millones de ellos consumen imágenes y mueren de hambre. En Brasil existe un número de menores abandonados casi igual a la población de la Argentina. Esos niños saltan con las máquinas electrónicas, pero tienen también que sobrevivir luchando contra una cotidianeidad miserable. Esto los torna violentos, por ende, sensiblemente marginales.
Ciertamente, los pueblos de América Latina presentan culturas de contrastes radicales. Por ese motivo se encuentran en mejores condiciones para resistir a los simulacros embellecidos del maravilloso mundo de la cultura oficial pos-moderna. Los marginados de esas culturas tienen aún la oportunidad de ser surrealistas tardíos, de implementar una práctica colectiva emancipatoria. Un sueño, tal vez la última utopía.
Los hombres siempre tienen recursos; el poder no es una calle de mano única.
No obstante lo que acabo de decir, necesito admitir que ningún sitio del planeta quedó a salvo de la contribución básica de la cultura pos-moderna: un orden social totalitario y un obstinado esfuerzo de hacerlo irreversible.
En el camino del siglo XXI todo el planeta va acomodándose a un único tipo de formación social. Ella es conquistada gracias al casamiento de la tecnología moderna con la idea de un plano perfecto para la sociedad. Es lo que Orwell mostró con garra poética.
El hombre pos-moderno va perdiendo sus conexiones con la vida, seducido por un mundo de simulacros dorados. La poesía y las artes en general pierden sus objetivos siendo a los pocos sustituidas por un mundo de objetos, muñecos e imágenes computadorizadas que tienen, para el hombre pos-moderno, un brillo magnético mucho más cautivante que los originales. Son las copias doradas. Las copias de la vida que la vuelven aparentemente más atractiva en el brillo de un juego de fascinaciones. Se trata de imitaciones del mundo que consiguen borrar las tensiones y angustias presentes en los acontecimientos originales. La tecnociencia no consiguió revelar los enigmas de la existencia, pero puede copiarla de un modo magnético. Nos quedamos encantados por este triunfo. La sociedad pos-moderna es una sociedad orwelliana que se va transformando – en un clima alucinante cada vez más incapaz de reflexionar sobre si misma; una sociedad saturada de vigilancias totalitarias y hombres presos a una estructura impuesta por las necesidades de prepararse para una guerra total. Se trata de una sociedad que puede, poco a poco, transformarse en un mundo típicamente orwelliano.
1 comentario:
Professor Warat,
Boa noite!
Sou Orientanda da Prof. Vera Andrade, estivemos juntos quinta passada no Café e Palestra.
Gostaria de encaminhar as fotos, mas como não tenho seu mail, coloquei á disposição neste endereço do picasa: http://picasaweb.google.com.br/danifelix73/CafeComWarat?feat=directlink
Obrigada pela honra de sua presença.
Abraço,
Daniela Felix
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