14 de junio de 2012

Malestares ecológicos y ecología política III

Malestares ecológicos y ecología política



Prof. Dr. Luis Alberto Warat



III PARTE



Para Deleuze, tempranamente Guattari tuvo la impresión que el inconsciente se relaciona directamente con todo un campo social, económico y político, más que con las coordenadas míticas y familiares invocadas tradicionalmente por el psicoanálisis. Es decir, reprocha al psicoanálisis la constitución de un inconsciente simbólico abstracto que aplasta todos los contenidos sociopolíticos del inconsciente, que sin embargo funciona n como base de potencialidades latentes e influyen en la determinación de los objetos del deseo.


Piensa el creador de la ecosofía que el inconsciente freudiano es inseparable de una sociedad amarrada a su pasado. En el fin de la modernidad, donde el debilitamiento por el sentido de la vida provoca la fragmentación de la imagen del yo se precisa inventar un inconsciente que permita aprehender lo nuevo en un mundo en mutación. Un inconsciente volcado hacia el futuro y liberado de las fijaciones familiares: él inconsciente político, el inconsciente de las micro- políticas del deseo, el inconsciente de la autonomía. El deseo como formación colectiva.


Hacer un proyecto de autonomía es aceptar la propia muerte y la muerte de toda obra. Por lo menos en ese punto el psicoanálisis se torna ecológicamente insustituible. Hasta que punto las tendencias destructivas, que colocan a toda las especies (inclusive la nuestra) a la vera del abismo, expresan formas de defenderse de la propia incapacidad para vivir al borde del abismo (determinado por la realidad de la muerte, la única plenitud posible) como si fuéramos inmortales? Tal vez tornándonos capaces de transitar creativamente por las precariedades de la vida podremos comenzar a resolver el enigma ecológico de nuestro tiempo.


No tengo ninguna duda, que el proceso analítico permite reconocer y liberar la imaginación radical (el inconciente) en el núcleo del psiquismo. El análisis está estrechamente vinculado con el venir-a- ser autónomo del individuo, con la restauración de una singularidad que deja de ser racional-adaptada/adaptadora. . . .


Sobre esta perspectiva la ecología política quedaría caracterizada como el lugar de interpretación e interrogación del modo por el cual la sociedad se instituye. La ecología política aparece, así , relacionada con los modos por los cuales históricamente una sociedad se interroga sobre sus formas particulares de discriminación de lo verdadero y de lo falso, de lo normal y lo patológico, de lo justo y de lo injusto, de lo que para ella será licito o prohibido(Leford). En otras palabras, hablar de ecología política, en este contexto, implica situarnos interrogativamente en un territorio que nos permita pensar los modos en que en una sociedad se articularán significativamente el poder, la producción de bienes materiales, la ley, el saber y la personalidad.

Observando estas articulaciones y viendo de que manera ellas se realizan, podemos tratar de diagnosticar, en una determinada forma de sociedad, las tendencias totalitarias o democráticas, alienantes o de la autonomía.


Las tendencias totalitarias o alienantes de una formación social se presentan como mecanismos de institución de la sociedad que crean un horizonte de representaciones imaginarias totalmente desvinculadas del tejido social; instituyen la sociedad como heterónoma. Representaciones que nos brindan una imagen del hombre simultáneamente presentado como cosa y como personalidad bien integrada al grupo. O sea, la imagen de una personalidad apta para satisfacer los valores de rendimiento y los valores que lo ajustan socialmente. Lo esencial para este tipo de imaginario pasa por la posibilidad de reducir al hombre a un sistema de reglas formales que permitan calcular y controlar su futuro.


En contrapartida, podemos vislumbrar otro núcleo de significaciones que organicen nuestras representaciones en torno de la democracia y de la autonomía como orden simbólica, y nos permitan entrever la creación de una nueva forma de sociedad.


Inicialmente deberíamos precisar, que ese cambio de creencias implica una alteración radical de nuestra relación con las significaciones. Es decir, tenemos que aceptar que es en la propia sociedad que podemos encontrar el origen de las significaciones por ella creadas. Estoy hablando de la posibilidad de repensar la sociedad como auto-instituyente de sus significaciones, intrínsecamente histórica, capaz de cuestionar permanentemente sus propias condiciones de existencia y auto-reconocerse como un lugar incontrolable de creatividad: una sociedad que pueda escapar de las condiciones que determinan su alienación.


Así, la idea de autonomía surge referida a la necesidad de que el hombre no acepte ser condicionado por reglas que el mismo no pueda determinar en función de los fines que el mismo se propone, y de los fines que instituye en una comunicación no alienada con los otros.

Es evidente, que para que exista la autonomía y un reciproco reconocimiento de las diferencias, es imprescindible renunciar al mito de una sociedad perfecta. La autonomía demanda la aceptación del carácter inacabado e indeterminable de las relaciones sociales, dado que ellas en cada instante, se rehacen de un modo imprevisible. Es decir, la autonomía como un espacio de significaciones que no precisan apelar a un discurso trascendente que sirva de garantía a la unidad y a la identidad orgánica de la sociedad.


Estoy hablando de la ecología política como organización libidinal de las significaciones. Apunto para un sentido de política referido a un determinado trabajo que los hombres deben hacer sobre las instancias de significación. Esa actividad irá definiendo y redefiniendo, en cada contexto histórico, las practicas simbólicas de la democracia y de la autonomía, así como el futuro del espacio público como lugar de producción de las singularidades.


El espacio público, como lugar de producción política de las singularidades (como orden simbólica) precisa de la producción de objetos de conocimiento abiertos, inacabados, imprevisibles, en muchos aspectos previamente impensados, y por esa razón, incontrolables por una epistemología productora de normas.


Estoy pensando el espacio público como espacio de la político, que se forma en la sociedad, como un entrecruzamiento de relaciones micro-políticas alineadas discursivamente.



Continuará...



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