Ecología, poesía, rock y libertad
Para unos, su nombre se relaciona con la Ecología como militancia, otros lo asocian con el rock nacional en tiempos de La Cueva. También están quienes lo vinculan con los poetas contraculturales de la Norteamérica radicalizada.
Para Miguel Grinberg “esto se trata de facetas de un prisma”. Y agrega: “la naturaleza humana es polifacética, y mi naturaleza fue dictándome opciones que asumí en la plenitud de sus desafíos.”
Para Miguel Grinberg “esto se trata de facetas de un prisma”. Y agrega: “la naturaleza humana es polifacética, y mi naturaleza fue dictándome opciones que asumí en la plenitud de sus desafíos.”
Textos. Daniel Dussex (*).
27/11/2010
Así como alguna vez se propuso historizar el rock nacional en las diferentes etapas de su evolución, Miguel Grinberg también hace una crónica de sus evoluciones personales. “En los ‘60 me atrajeron la poesía visionaria y los vaticinios contraculturales, pues había sido cautivado por el mandato del poeta José Martí: “Cultiva lo magno, puesto que trajiste a la tierra todos los aprestos del cultivo.
Deja a los pequeños otras pequeñeces’. En los ‘70 asumí las energías del rock progresivo. Durante los ‘80 la siembra me situó en las latitudes del ecologismo generativo, y desde los ‘90 me nutren las visiones espirituales y el ecumenismo. No son repúblicas aisladas de mi alma, sino matices de mi existencia terrenal”.
Deja a los pequeños otras pequeñeces’. En los ‘70 asumí las energías del rock progresivo. Durante los ‘80 la siembra me situó en las latitudes del ecologismo generativo, y desde los ‘90 me nutren las visiones espirituales y el ecumenismo. No son repúblicas aisladas de mi alma, sino matices de mi existencia terrenal”.
El libro “Poesía y Libertad”, recientemente editado por la Fundación Ross, compila la experiencia poética propiciada desde las páginas de Eco Contemporáneo, una revista-libro en la que lo acompañaba como secretario de redacción Antonio Dal Masetto.
“Con “Giorgio’ Dal Masetto -recuerda- nos conocimos en 1960, en la salida de artistas del Teatro Caminito (La Boca). Teníamos una misma debilidad: las actrices jóvenes. Poco después los dos nos fuimos de mochileros a Río de Janeiro. Linda aventura, bohemia y pedagógica. Él ya escribía bellos cuentos melancólicos. Y yo largos poemas iracundos. De regreso, como las revistas literarias de izquierda y de derecha no se interesaron en nuestros textos, pues decidimos imprimir nuestro propio medio de comunicación, la Eco. Nos instalamos en un galpón del taller de mi papá que bautizamos “El Reducto de la Flor Solar’, por un canto rodado que contenía un tallo petrificado que recogí frente a la Garganta del Diablo, en las Cataratas. Dal Masetto ha sido un gran narrador, desde el principio.
- En literatura, cuando todos miraban a Europa ¿qué fue lo que te hizo girar la mirada hacia los poetas norteamericanos?
- Cuando era chico, mi mamá me inscribió en el Liceo Británico, de modo que desde mi adolescencia soy bilingüe. Compraba en el centro los semanarios de Estados Unidos y era fanático del jazz moderno. En 1960, Allen Ginsberg y Lawrence Ferlinghetti asistieron en Chile al Congreso de Escritores. Jack Kerouac había viajado asiduamente a México. LeRoi Jones asistió al primer aniversario de la Revolución Cubana en La Habana (1960). En toda América Latina había un espíritu de unidad continental compartido por los poetas norteamericanos. Y muchos nos embarcamos en esa confluencia que sólo medio siglo después está dando frutos realistas en nuestro continente. En cambio, los poetas argentinos anteriores a mi generación soñaban con el surrealismo y aspiraban a ser vates como los franceses. Ese mismo año nació la bossa nova brasileña que abrió camino al movimiento tropicalista. En la América indo-afro-euroamericana fermentaba un fervor fraternal inédito. No olvidemos al peruano César Vallejo: “Ya va a venir el día, ponte el alma”.
- En un ejemplar de la revista Eco Contemporáneo de aquel entonces, te veo fotografiado con Witold Gombrowicz, Raúl González Tuñón, leo cartas que te enviaba Allen Ginsberg, y me pregunto si tenías conciencia en ese momento, con tus 25 años, que estabas con personas de trascendencia.
- Yo tenía conciencia de formar parte de una familia intelectual global, pues siempre tuve una visión planetaria de la cultura. Gombrowicz estaba totalmente al margen de los cenáculos porteños cuando nos conocimos. Ginsberg no era todavía una celebridad internacional. Y yo creía que Raúl González Tuñón estaba muerto, pero en verdad el finado era su hermano Enrique. Fue así que el poeta Héctor Yánover me contó que vivía y trabajaba en el diario Clarín. Nos encontramos y le hice para la Eco un reportaje sobre sus andanzas durante la Guerra Civil Española. Lo publicamos, claro está. Y fue así que los estalinistas de la revista Gaceta Literaria lo obligaron a pedir disculpas públicas por juntarse con “hippies” como nosotros.
- La confluencia poética que se reflejaba en las páginas de Eco Contemporáneo quedó plasmada en febrero de 1964 con un congreso realizado en la ciudad de México ¿Quiénes fueron los escritores que estuvieron presentes?
- Entre otros, los mexicanos Efraín Huerta, Thelma Nava, Sergio Mondragón, Homero Aridjis, Edmundo Valadés y Joaquín Sánchez MacGrégor, la chileno-peruana Raquel Jodorowsky, el salvadoreño Roque Dalton, los venezolanos Edmundo Aray, Juan Calzadilla y Ludovico Silva, el chileno Alejandro Jodorowsky, el panameño Roberto Fernández Iglesias, los argentinos Leandro Katz y Luis Guillermo Piazza, los estadounidenses Margaret Randall, Alex Rode y A. Fredric Franklyn, y el portorriqueño Jaime Carrero.
Lo difundieron las revistas que componían la Nueva Solidaridad. Y lo ignoraron los fósiles de siempre. Nosotros ya hacíamos el amor y no la guerra antes de que surgieran la beatlemanía y los hippies. El segundo encuentro iba a producirse en Brasil pero lo abortó el golpe militar y casi 20 años de dictadura. Recordemos que a partir de 1965 el terrorismo castrense se impuso en gran parte de América Latina. Pero la solidaridad poética jamás se apagó: al despuntar los años ‘90, tuvimos otros dos encuentros análogos: uno convocado por Homero Aridjis en Morelia (México) y otro promovido por Allen Ginsberg en Boulder (Estados Unidos).
Lo difundieron las revistas que componían la Nueva Solidaridad. Y lo ignoraron los fósiles de siempre. Nosotros ya hacíamos el amor y no la guerra antes de que surgieran la beatlemanía y los hippies. El segundo encuentro iba a producirse en Brasil pero lo abortó el golpe militar y casi 20 años de dictadura. Recordemos que a partir de 1965 el terrorismo castrense se impuso en gran parte de América Latina. Pero la solidaridad poética jamás se apagó: al despuntar los años ‘90, tuvimos otros dos encuentros análogos: uno convocado por Homero Aridjis en Morelia (México) y otro promovido por Allen Ginsberg en Boulder (Estados Unidos).
DE LA POESÍA AL ROCK
En el libro “Cómo Vino La Mano”, que va por su cuarta reedición, Miguel Grinberg fue el primer periodista que intentó reseñar el nacimiento de un rock con marcas argentinas, pero lo hizo desde un lugar de privilegio: como testigo directo de ese movimiento.
- Sos un histórico del rock nacional sin ser músico, ¿Cómo fue que te acercaste a un movimiento que todavía era muy under?
- Empecé a hacer periodismo profesional en el primigenio diario El Mundo y en la revista Panorama, como crítico de cine y música. Mis lugares habituales en 1965 eran el Instituto Di Tella y el Moderno Bar de la calle Maipú (hoy esfumado). Primero me atrajo el grupo Los Beatniks, y poco después La Cueva de la Av. Pueyrredón. Soy parte de esa generación. En Buenos Aires, a fines de 1966 co-participé en la organización del primer concierto grupal de rock argentino, Aquí Allá y en Todas Partes, con Moris, Tanguito y The Seasons. Produje el primer demo de La Cofradía de la Flor Solar. Empecé un programa de rock por Radio Municipal. Produje los conciertos de Pescado Rabioso-Artaud en el teatro Astral. Soy rockero desde la primera ola porque como dijo Spinetta, “el rock es un instinto de vida”.
Con la censura de los militares, tuvo que dejar la radio y explorar nuevos caminos para seguir difundiendo el rock, lo hizo junto a Pipo Lernoud y Jorge Pistocchi en la legendaria revista El Expreso Imaginario: “Entre 1976 y 1983, la revista fue un baluarte de imaginación al servicio de la libertad y la fraternidad. Su sección de lectores era una tribuna de gente despierta, sus artículos eran despertadores, su arte agitaba los sentidos”, recuerda Miguel.
- ¿Pensás como algunos críticos, que en la actualidad el rock entró en un circuito comercial que desnaturalizó su mensaje original?
- No es tan así. El circuito comercial se ha infiltrado en el rock, ha usurpado sus emblemas y ha llenado los escenarios con clones que se sostienen mientras haya publicidad paga a su favor. En consecuencia, hay una fabricación en serie de híbridos que se rotulan como “rockeros” pero que son simple música pop complaciente disfrazada de algo que no es ni será rock, pero que confunde a algunos críticos que llegaron tarde al reparto de ídolos.
LA TRAVESÍA PLANETARIA
- En un editorial de la revista Eco Contemporáneo (1963-”Llamado a la nueva solidaridad”) escribiste: “...hacemos del espíritu un laboratorio e iniciamos una operación cuyos resultados podrán dilucidarse pasado un lapso no muy medible por ahora” ¿Cuál es tu mirada de esos resultados hoy?
- Siento, pienso, tengo la convicción de que un segmento de mi generación mantuvo encendida la llama de una lucidez impecable enfocada en la evolución de nuestra especie. Que no es un puerto sino una travesía. Le dejo la evaluación a los antropólogos del porvenir. Vislumbro mi próxima década como un tiempo de cosecha planetaria, donde podamos contribuir a crear, de modo sutil e irresistible, un contexto socio-cultural en sintonía con los mejores potenciales de nuestra especie. La antología de Eco, Visionarios Implacables, da algunas pistas al respecto. Lo demás es un secreto a prueba de chismes y de mesianismos.
(*) Director de la revista “eh! Agenda Urbana.
El libro “Poesía y Libertad”, recientemente editado por la Fundación Ross, compila la experiencia poética propiciada desde las páginas de Eco Contemporáneo, una revista-libro en la que lo acompañaba como secretario de redacción Antonio Dal Masetto.
Fuente: www.ellitoral.com
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