La alegría como derecho
Por Claudia Piñeiro
Es la alegría un valor? Y no me refiero a la felicidad, que es otra cosa. La felicidad tiene que ver con el bienestar y la dicha. La alegría con la risa y la celebración.
Tampoco me refiero a la diversión, una alegría banal, que sólo distrae, externa, en la que si no hay risa auténtica se la reemplaza por risas grabadas de esas que se usan como telón de fondo en los programas de televisión.
Me refiero a la alegría en la que cada uno de nosotros no es espectador sino protagonista . ¿Es esa alegría un valor para una sociedad? ¿Es esa alegría un valor para los argentinos? Cuando era chica y llegaban las fiestas de fin de año, sabía que a la reunión familiar con tomates rellenos y matambre casero no se le podía pedir más que monotonía y aburrimiento en el mejor de los casos, o discusiones y hasta fuertes peleas en el peor de ellos. Entonces me lamentaba por no haber nacido en Brasil.
No era suficiente cambiar de familia, todas las que conocía celebraban más o menos de la misma manera, era necesario cambiar de país. Terminada la fiesta y desvelada por algunos petardos tardíos me imaginaba que, mientras mi padre se iba a dormir enojado con el mundo y mi madre enojada con él, en ese país al norte del nuestro la gente seguía bailando hasta la madrugada , cantando en las calles, brindando en las playas. No sabía si era así pero eso creía. Años más tarde comprobé que mi imaginación adolescente no estaba lejos de la realidad.
Otra vez la pregunta: ¿es la alegría y la celebración un valor lo suficientemente apreciado en nuestro país? No por todos. Va un ejemplo: cuando este año se anunció que volverían los feriados del carnaval que nos habían quitado durante la dictadura militar se escucharon frases del tipo, ¡sacan dos días laborables con lo que necesita este país esfuerzo y trabajo! ¿De verdad alguien cree que el destino económico (porque a ese valor se refieren, a PBI, bienes de consumo, etc) de un país puede cambiar porque en él se trabajen dos días más o dos días menos ? No me preocupa tanto aquel que lo dice como una frase hecha en un taxi, en la cola de un banco o en una charla de café.
Me preocupan más los formadores de opinión que largan frases similares delante de un micrófono y serán escuchados por cientos de miles de personas. En algunos casos por millones de personas. Personas que trabajan cinco días a la semana y se toman, con suerte, quince días de vacaciones al año, personas que escuchan (y hasta a veces aceptan) que dos días de su trabajo serán fundamentales para el futuro de la nación .
Pero la clave del carnaval ha sido, históricamente, mucho más que dos días feriados. Mientras dura esa fiesta somos todos iguales; hay un pacto de igualdad entre el poder y el pueblo sólo por esos días, cuando termina la celebración todo vuelve a la normalidad. Lo que refleja tan bien Joan Manuel Serrat en su conocida canción Fiesta: “ … en la noche de San Juan, cómo comparten su pan, su mujer y su gabán, gentes de cien mil raleas”. Y cuando se termina la fiesta “ … con la resaca a cuesta vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas”. Ése es el espíritu del carnaval y de las celebraciones populares, las fiestas de participación ciudadana donde el valor es la comunidad, compartir y celebrar con los demás en un plano de igualdad.
Para conocer qué significó el carnaval y las distintas celebraciones populares a lo largo de la historia hay varios textos interesantes. Uno de los autores que más se ocupó del tema fue Mijail Bajtin que ya en la introducción a El contexto de Francois Rabelais, se queja de que la risa popular y sus formas es uno de los campos menos estudiados de la creación popular. Y dice al analizar el carnaval en la Edad Media y su posterior transmisión: “Las festividades son una forma primordial determinante de la civilización humana. No hace falta considerarlas ni explicarlas como un producto de las condiciones y objetivos prácticos del trabajo colectivo, o interpretación más vulgar aún, de la necesidad biológica (fisiológica) de descanso periódico.
Las festividades siempre han tenido un contenido esencial, un sentido profundo, han expresado siempre una concepción del mundo . Para que lo sea hace falta un elemento más, proveniente del mundo del espíritu y de las ideas. (…) Sin esto, no existe clima de fiesta”. (…) Durante el carnaval es la vida misma l a que juega e interpreta (sin escenario, sin tablado, sin actores,) su propio renacimiento y renovación sobre la base de mejores principios”.
Otro gran libro acerca de la tradición de las fiestas populares y el carnaval es Misterio Bufo, de Dario Fo , donde el hoy Premio Nobel recopila textos políticos, críticos al poder y a la iglesia, que representó como juglar por más de veinte años. “Fue el pueblo quien inventó misterio bufo. Desde los primeros siglos después de Cristo el pueblo se divertía (y no sólo era diversión) moviendo espectáculos de forma irónico-grotescas , precisamente porque, para el pueblo, el teatro, y el teatro grotesco en particular, ha sido siempre el medio principal de expresión, de comunicación, de agitación de ideas. El teatro era el diario hablado y dramatizado del pueblo”.
Una sociedad que no celebra no es igual a una que sí lo hace. Pero no creo que la nuestra no quiera festejar. Los actos del Bicentenario durante el 2010 fueron la prueba concreta de que muchos argentinos necesitamos la celebración y la alegría , las disfrutamos y las valoramos. Tal vez sea que durante tanto tiempo nos hicieron creer otra cosa. Tal vez sea que aún hoy, incluso con el feriado restablecido, tengamos que estar atentos para que no nos hagan creer que lo que no se produzca en dos días de trabajo será más importante para el país que un pueblo más alegre . Darle valor a las celebraciones comunitarias, a las fiestas populares, volvió a ser política de estado.
Dice Mario Benedetti en su poema “Defensa de la alegría”: “Defender la alegría como una trinchera/ defenderla del escándalo y la rutina/ de la miseria y los miserables/ de las ausencias transitorias y la definitivas/ defender la alegría como un principio”.
El próximo carnaval es una oportunidad para todos nosotros, todavía quedan unas semanas para pensar cómo podemos juntarnos y participar de la fiesta popular que recuperamos. Para defender así esa alegría a la que tenemos derecho
Fuente: Clarín
Por Claudia Piñeiro
Es la alegría un valor? Y no me refiero a la felicidad, que es otra cosa. La felicidad tiene que ver con el bienestar y la dicha. La alegría con la risa y la celebración.
Tampoco me refiero a la diversión, una alegría banal, que sólo distrae, externa, en la que si no hay risa auténtica se la reemplaza por risas grabadas de esas que se usan como telón de fondo en los programas de televisión.
Me refiero a la alegría en la que cada uno de nosotros no es espectador sino protagonista . ¿Es esa alegría un valor para una sociedad? ¿Es esa alegría un valor para los argentinos? Cuando era chica y llegaban las fiestas de fin de año, sabía que a la reunión familiar con tomates rellenos y matambre casero no se le podía pedir más que monotonía y aburrimiento en el mejor de los casos, o discusiones y hasta fuertes peleas en el peor de ellos. Entonces me lamentaba por no haber nacido en Brasil.
No era suficiente cambiar de familia, todas las que conocía celebraban más o menos de la misma manera, era necesario cambiar de país. Terminada la fiesta y desvelada por algunos petardos tardíos me imaginaba que, mientras mi padre se iba a dormir enojado con el mundo y mi madre enojada con él, en ese país al norte del nuestro la gente seguía bailando hasta la madrugada , cantando en las calles, brindando en las playas. No sabía si era así pero eso creía. Años más tarde comprobé que mi imaginación adolescente no estaba lejos de la realidad.
Otra vez la pregunta: ¿es la alegría y la celebración un valor lo suficientemente apreciado en nuestro país? No por todos. Va un ejemplo: cuando este año se anunció que volverían los feriados del carnaval que nos habían quitado durante la dictadura militar se escucharon frases del tipo, ¡sacan dos días laborables con lo que necesita este país esfuerzo y trabajo! ¿De verdad alguien cree que el destino económico (porque a ese valor se refieren, a PBI, bienes de consumo, etc) de un país puede cambiar porque en él se trabajen dos días más o dos días menos ? No me preocupa tanto aquel que lo dice como una frase hecha en un taxi, en la cola de un banco o en una charla de café.
Me preocupan más los formadores de opinión que largan frases similares delante de un micrófono y serán escuchados por cientos de miles de personas. En algunos casos por millones de personas. Personas que trabajan cinco días a la semana y se toman, con suerte, quince días de vacaciones al año, personas que escuchan (y hasta a veces aceptan) que dos días de su trabajo serán fundamentales para el futuro de la nación .
Pero la clave del carnaval ha sido, históricamente, mucho más que dos días feriados. Mientras dura esa fiesta somos todos iguales; hay un pacto de igualdad entre el poder y el pueblo sólo por esos días, cuando termina la celebración todo vuelve a la normalidad. Lo que refleja tan bien Joan Manuel Serrat en su conocida canción Fiesta: “ … en la noche de San Juan, cómo comparten su pan, su mujer y su gabán, gentes de cien mil raleas”. Y cuando se termina la fiesta “ … con la resaca a cuesta vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas”. Ése es el espíritu del carnaval y de las celebraciones populares, las fiestas de participación ciudadana donde el valor es la comunidad, compartir y celebrar con los demás en un plano de igualdad.
Para conocer qué significó el carnaval y las distintas celebraciones populares a lo largo de la historia hay varios textos interesantes. Uno de los autores que más se ocupó del tema fue Mijail Bajtin que ya en la introducción a El contexto de Francois Rabelais, se queja de que la risa popular y sus formas es uno de los campos menos estudiados de la creación popular. Y dice al analizar el carnaval en la Edad Media y su posterior transmisión: “Las festividades son una forma primordial determinante de la civilización humana. No hace falta considerarlas ni explicarlas como un producto de las condiciones y objetivos prácticos del trabajo colectivo, o interpretación más vulgar aún, de la necesidad biológica (fisiológica) de descanso periódico.
Las festividades siempre han tenido un contenido esencial, un sentido profundo, han expresado siempre una concepción del mundo . Para que lo sea hace falta un elemento más, proveniente del mundo del espíritu y de las ideas. (…) Sin esto, no existe clima de fiesta”. (…) Durante el carnaval es la vida misma l a que juega e interpreta (sin escenario, sin tablado, sin actores,) su propio renacimiento y renovación sobre la base de mejores principios”.
Otro gran libro acerca de la tradición de las fiestas populares y el carnaval es Misterio Bufo, de Dario Fo , donde el hoy Premio Nobel recopila textos políticos, críticos al poder y a la iglesia, que representó como juglar por más de veinte años. “Fue el pueblo quien inventó misterio bufo. Desde los primeros siglos después de Cristo el pueblo se divertía (y no sólo era diversión) moviendo espectáculos de forma irónico-grotescas , precisamente porque, para el pueblo, el teatro, y el teatro grotesco en particular, ha sido siempre el medio principal de expresión, de comunicación, de agitación de ideas. El teatro era el diario hablado y dramatizado del pueblo”.
Una sociedad que no celebra no es igual a una que sí lo hace. Pero no creo que la nuestra no quiera festejar. Los actos del Bicentenario durante el 2010 fueron la prueba concreta de que muchos argentinos necesitamos la celebración y la alegría , las disfrutamos y las valoramos. Tal vez sea que durante tanto tiempo nos hicieron creer otra cosa. Tal vez sea que aún hoy, incluso con el feriado restablecido, tengamos que estar atentos para que no nos hagan creer que lo que no se produzca en dos días de trabajo será más importante para el país que un pueblo más alegre . Darle valor a las celebraciones comunitarias, a las fiestas populares, volvió a ser política de estado.
Dice Mario Benedetti en su poema “Defensa de la alegría”: “Defender la alegría como una trinchera/ defenderla del escándalo y la rutina/ de la miseria y los miserables/ de las ausencias transitorias y la definitivas/ defender la alegría como un principio”.
El próximo carnaval es una oportunidad para todos nosotros, todavía quedan unas semanas para pensar cómo podemos juntarnos y participar de la fiesta popular que recuperamos. Para defender así esa alegría a la que tenemos derecho
Fuente: Clarín
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