16 de febrero de 2011

pensamientos

Posibilidades emancipatorias del pensamiento mágico

por Luis Alberto Warat







En el pensamiento primitivo la afectividad funcionaba como condición de sentido. Algo es verdadero si corresponde con los sentimientos y no se correspondía con los hechos, como quería Aristóteles y los empiristas lógicos.

De esta manera el surrealismo tardío propone para la enseñanza universitaria una “condición mágica de significación”. Se trata de un criterio siempre abierto a la pluralidad de los sentidos y de las percepciones diferentes.La lógica racional tiende a oponer radicalmente inteligencia y sentimientos. El surrealismo tardío las une, convocando un cierto tipo de magia: el encantamiento vital.

En el fondo, podría hablar de dos tipos de magia: la surrealista y la mística.
La primera, la veo como expresión colectiva del inconformismo vital y de los impulsos de resistencia frente a todos los ritmos impuestos. La segunda, como se refiere a aquellos relatos que cumplen funciones legitimadoras en la sociedad por el deslumbramiento.
La magia presente en el mito es siempre productora de discursos deslumbrados. Como los niños antes de dormir, la magia presente en el mito nos permite sentir el retorno al útero materno a través de algunas historias bien contadas, historias donde todos los deseos son abolidos porque parecen definitivamente realizados.
Quedamos, entonces, deslumbrados, esto es, impedidos de ver, de hablar, de desear.
Estamos delante de una fuerza mágica que direcciona nuestro encantamiento por el poder, la ley y el saber de las ciencias. De esta manera ellos son místicamente convertidos en objetos adorables.

Emerge, así, una ilusión que nos hace sentir vinculados a todos ellos por una relación de amor perfecta. Apenas el efecto de todo lo deseado, que se decide amar sobre la forma de una palabra vacía: adorable. Entonces, mi deseo, en relación al poder, la ley y el saber se instala en lugares que no podrían ser designados.

La ciencia, la ley y el poder convertidos en fetiches. En esta condición pasamos a comportarnos como sujetos enceguecidos. Vemos siempre una gran inocencia en el objeto amado. Mucho además de sus propiedades lo sentimos infalible y nos tornamos siervos de esa omnipotencia endosada. Un ser perfecto que nos devora. Pasamos a existir en ellos. Perdemos el sentido de la realidad, desvanecida en una fantasía glorificada. La ilusión de un lecho que nos angustia, cada vez que comprobamos que la realidad no encaja en él. La ilusión paralizante de la figura perfecta.

Apelando para las posibilidades emancipatorias del pensamiento mágico, el surrealismo busca sustituir ese amor enfermo por la búsqueda de afirmación de nuestra singularidad. Para eso, intentar subvertir la figura perfecta de la ley, de la ciencia y del poder, descubriéndoles ciertas marcas de corrupción; intenta inventar una contra-imagen de los objetos amados. Un desencanto que nos permita recuperar nuestra autonomía.
Así, dejaríamos de idealizar esas figuras, redescubriéndolas en sus imperfecciones y, por lo tanto, en su historia real.


Luis Alberto Warat

Fuente: “Manifiesto del Surrealismo Jurídico” Editora Académica SP, 1988

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