7 de junio de 2010

ecociudadanía



Aproximación II


Luis A. Warat (*)


El fin de la modernidad nos coloca delante del agotamiento del estilo de vida por ella propuesto. Esa es una de las razones del actual vacío existencial.

(…) Está faltando una nueva estética de vida que nos facilite el reencuentro con el sentido de la vida.

Por estética de vida me estoy refiriendo a un sentido de lo estético como comportamiento que permite promover la escucha de aquello de lo que estamos en vía de convertirnos, o sea la sustentación de nuestro propio “devenir otro”. Una estética del comportamiento que permite realizar la subjetividad reprimida, o la diferencia en nuestra propia subjetividad que puede llegar a desasosegarnos.

Un trabajo sobre lo diverso que provoca otras direcciones para la vida. Una estética que nos ayuda para abrirnos a la vida. Un vuelo de la subjetividad en la producción del “sabor del saber”. Un modo de conciliar razón-subjetividad-sensibilidad, todo para transformar el estado de vida dominante y estático. La estética como el encuentro entre razón y sentimiento.

Íntimamente creo que el estilo de vida de la transmodernidad estará determinado por el género. Su dialéctica podrá determinar la mayor revolución de nuestra vida individual e incidirá también en la vida social. Será el género el que nos permitirá reencontrar el sentido de la vida? Apuesto que sí.

Las preocupaciones por el sentido de la vida están estrechamente vinculadas a la necesidad del cuidado de sí mismo. Individuos que se dispongan a cuidarse de todas las formas de maltrato en relación con el medio ambiente, el poder y el afecto. La ecología como cuidado de la vida, la ciudadanía como cuidado frente a los poderes que fundamentan la explotación y la alienación, la subjetividad como cuidado que permite liberar los deseos reprimidos.

Llegamos de esta forma al amor como cuidado. El amor es siempre una forma de cuidado. Amamos la vida cuando la cuidamos, encontramos la solidaridad cuando cuidamos del otro, desenvolvemos nuestra subjetividad cuando cuidamos que nuestro deseo no quede prisionero de ningún objeto. Resumiendo podemos establecer algunas garantías para la continuidad de la vida aprendiendo a no ser maltratados. La pedagogía que transmita cuidados en vez de verdades.

La “práctica del cuidado” es una forma de forzar el poder para que encuentre límites. La dimensión política del cuidado pasa por la necesidad de decir no al poder que nos maltrata. Imponiéndole límites tratando por todos los medios de evitar que quedemos atrapados por una estructura cesarista. Por ahí pasa el sentido estricto de la palabra ciudadanía, el control al límite, lo que parece esencialmente antagónico a las prácticas delegativas de la democracia.

Por ahí comienza el sentido más amplio de la ciudadanía como una forma solidaria de encontrarse, autónomos, frente a la ley, de exigir el cuidado público de la vida. La ciudadanía como una cuestión ecológica y de subjetividad, el mundo y el otro que me constituye como autónomo. La ciudadanía como un reclamo ético-estético-político por una mejor calidad de vida social, la posibilidad de algo más digno para el conjunto de una sociedad.

La idea de poder con límites, es precisamente, lo que da fundamento a mi propuesta de “eco-ciudadanía” el sentido de la vida como una forma de poner y tener límites. La ley como sentido que evita la producción de sociedades perversas, poco vivibles. La ley del derecho como límite.




(*) Del libro: “Por Quien Cantan las Sirenas” UNOESC- UFSC, Brasil (1996).

1 comentario:

Elle dijo...

Não poderia ter sido mais inspirador..