30 de septiembre de 2009

Manifiesto del surrealismo jurídico: cuatrigésima entrega

La pedagogía surrealista tiene que ser, en muchos aspectos, consecuencia de un imaginario carnavalizado. La recíproca también es verdadera: la teoría de la carnavalización literaria muestra mucho, a las claras, a los vínculos que la unen al surrealismo.
Existen fuertes coincidencias entre los puntos de vista de Bakhtin y de Breton en cuando a las funciones del lenguaje y de la literatura. Las escrituras surrealistas y carnavalizadas pretenden ser propuestas expresivas situadas fuera de la literatura y en comunicación con la vida. Ambas muestran que el escritor no es un ser excepcional apartado de la generalidad de los mortales y de su cotidianeidad. En las dos propuestas el texto y la vida no cesan de comunicarse; de fecundarse mutuamente; la irrigación se efectúa permanentemente en ambos sentidos y actualiza una dialéctica poco frecuente a los ojos de los escritores y críticos profesionales.
De esta manera, pueden adquirir todo su sentido como muelles vitales que impulsan los lectores al futuro que les pertenece. Estamos delante de textos que requieren un tipo nada convencional de lectura. Para Breton y Bakhtin el leer no es una actividad separada del mundo. Los textos no pueden estar fuera de la vida de los que leen. Así, ambos proponen una actividad de lectura distante del mezquino afán de los archivos, de las bibliotecas, de los santuarios para las palabras: un lugar donde los libros son reverenciados por su contemplación y análisis; libros acuartelados para hacer de ellos polvo y olvido. Libros para especialistas. Estudios disciplinados que siempre se detienen en el límite donde los textos se hacen interesantes: el punto en que la escritura nos regresa al enigma, el lenguaje calla y el mundo nos desampara.
El surrealismo, como movimiento organizado, nació de una operación de gran envergadura concerniente al lenguaje. Desde “Les nas perdus” la reflexión lingüística antecede a la poesía. La experiencia surrealista consiste en volver a escribir el secreto de un lenguaje cuyos elementos dejaran de comportarse como restos de un naufragio en la superficie de un mar muerto. La experiencia surrealista sustrae al lenguaje de su uso utilitario liberando a su potencialidad, volviéndolo a su naturaleza de materia prima. Breton se atribuye la tarea de saltar directamente a la fuente del significado. Para Breton, cambiar completamente el mundo del pensamiento supone una revolución en el orden del lenguaje.
La crítica que el primer manifiesto dirige contra el romance participa de un proceso general, abierto por Breton, contra el espíritu realista. Este rechaza la riqueza de la imaginación proporcionándonos un exceso de momentos anestesiados que privan al lector del espectáculo de una libertad verdaderamente en acción. Quien lee queda delante de una demostración, cuyos términos y postulados le fueron impuestos. Para Breton, el destino de la literatura pasa por su posibilidad de renunciar a las pretensiones de ilustrar teorías, yendo más adelante en la exaltación de la afectividad. La buena literatura, para los surrealistas, es aquella que tiene la posibilidad de conmover, que consigue convulsionar la sensibilidad permitiendo al lector percibir su propia existencia y su vínculo con el mundo: una bruma de sentidos que perturba el “impasse” cotidiano, como en un ambiente onírico. No existe información fructífera si ella no es perturbada por la poesía. Este es un principio de la pedagogía surrealista que se niega a utilizar la sala de aula como un lugar de reproducción de informaciones sin fuerza para transformar la sensibilidad. Aulas que producen textos sin potencia de vida y sin ninguna gota de erotismo.
Juristas y profesores frecuentemente retratan la realidad del Derecho prohibiéndose mostrar cualquier imperfección. Construyen, de esa forma, una realidad pornográfica, pues tienen la perfección de una fantasía. Una ética y una política utópica implican un erotismo que se confunde con la univocidad pornográfica de los significados.
La pornografía significativa constituye la realidad ocultando los absurdos embutidos en las estructuras y relaciones “sensatas” de nuestro cotidianeidad. Erotizando las significaciones, habrá la oportunidad de revelar los absurdos ignorados como sensatez. Estamos delante de actos inaugurales de procesos de transformación de lo real: nuevos mundos que surgen del descongelamiento de un hechizo llamado realidad incuestionable, un sistema de connotaciones institucionalmente amarradas.

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