7 de septiembre de 2009

Manifiesto del surrealismo jurídico: trigésima entrega

Ahora, cuando una sociedad funciona, melancólicamente, existe el mejor terreno para la reproducción de un orden social totalitario. En fin, el orden totalitario precisa eliminar todos los rastros de un contrato narcisista, necesita que la sociedad funcione por la exaltación de todo tipo de abstinencia afectiva. Por eso algunos discursos sobre la AIDS sirven muy bien para el control totalitario de nuestros vínculos con los otros. Es una de las tantas formas de implantar el ministerio del amor profetizado por Orwell. Nadie puede satisfacer su narcisismo primario en la abstinencia afectiva. Ella es tanto la muerte de la vida como la muerte de la política y del Derecho.
En otras palabras, el totalitarismo podrá presentar, en el futuro, una fase pos-consumista donde el poder será la única personificación posible, inclusive no existirá la intermediación de las mercaderías, únicamente el amor al represor.
Examinando el comportamiento político de los argentinos, daría la impresión de estar delante de un pueblo que no perdió la pasión. Desde 1945, repiten el gesto de ir a Plaza de Mayo, de salir a la calle, de hacer manifestaciones en defensa de sus derechos. En 1810, en el mismo lugar hoy ocupado por la Plaza de Mayo se reunirán frente al Cabildo exigiendo saber lo que estaba pasando con el Rey de España. Ahora, en la última semana santa, las plazas de todas las ciudades argentinas se llenarán de polvo en un gesto de preservación de la democracia. Impedirán un golpe de estado, provocarán un acontecimiento histórico. Así lo caracterizó Alfonsín: Confieso que cuando subí, me emocioné. Después, comencé a dudar de la importancia de ese gesto. Pasé a sentirlo sin continuidad. Indicador de una efervescencia política que no puede sustentarse en la intermitencia de una práctica cotidiana.
Después del gesto, el pueblo se desmoviliza y retoma su melancolía cotidiana. Cuando Alfonsín consiguió controlar el golpe de estado, pidió al pueblo que vuelva a sus casas para comer el ovino pero a pasión no volvió. Los argentinos, melancólicamente, comenzarán a entender que cuando se cede a la violencia, por temor, no se preserva ningún valor amenazado. Negociar con un proyecto perverso es perderlo todo. Argentina, al aceptarse la posibilidad de tornar la obediencia debida al terror del Estado...
Puede ser el comienzo de un nuevo descubrimiento de la psicosis colectiva. Nuevamente los fantasmas de un contrato perverso.
Nuevamente el pueblo convertido en marioneta de una pasión inútil. Testigos ausentes que piensan que aplaudir o gritar son actos sinónimos del protagonismo.
El orden totalitario, el contrato perverso, las voces alienantes del saber no se pueden combatir dispensando a la razón. Por eso, es preciso llevar en consideración que el hombre solo puede armarse contra el totalitarismo descubriendo los límites de la razón: ella no es un punto de partida, es un punto de llegada.
Así, las tendencias antitotalitarias del saber precisan estar orientadas por el trabajo emancipatorio de la razón y, no por propuestas nihilistas o discursos que exprimen singularidades inefables.
Ahora, el trabajo emancipatorio de la razón descansa casi forzosamente en la búsqueda de una razón sin certezas ni omnipotencias, capaz de reconocer sus aspectos negativos, diagnosticar sus insuficiencias, sus pretensiones soberanas, ingenuidades y vínculos con el poder. Se apuesta, de ese modo, a una razón que reconoce los límites internos y externos que la determinan. La razón emancipatoria es una razón consciente de su vulnerabilidad a lo irracional y al juego del poder. Y una razón siempre se presta a revelarse contra los lugares que pretenden encarnarla. Es evidente que cuando se combaten los efectos perniciosos de la razón, no se está combatiendo a la propia razón. En el fondo, se busca un nuevo modelo de razón para equipar al hombre contra las fuerzas que asfixian la vida y la propia razón. No se cae en el irracionalismo e ilusiones que persiguen la razón cuando se los combate.

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