8 de junio de 2009

Manifiesto del surrealismo jurídico

Iniciamos hoy la traducción diaria, al castellano, del Manifiesto del Surrealismo Jurídico.
Una vez finalizada las entregas, se publicará el libro.
Quienes deseen hacer un postfacio manifiesto de 2 o 3 páginas, por favor, enviarlo a gisela@arteedireito.tv que los directores de la Casa Warat seleccionarán los que consideren apropiados para complementar el texto.
El criterio será absolutamente surrealista y arbitrario.


Juntar al Derecho con la poesía ya es una provocación surrealista. Es el crepúsculo de los dioses del saber. La caída de sus máscaras rígidas. La muerte del maniqueísmo juridícista. Un llamado al deseo. Una protesta contra la mediocridad de la mentalidad erudita y, al mismo tiempo, una saludable desprecio por la enseñanza en cuanto oficio. Es recrear al hombre provocandolo para que intente pertenecerse por entero , para que sienta que un profunda aversión contra las infiltraciones de una racionalidad culposa y místicamente objetivista, convertida en gendarme de la creatividad, del deseo, así como de nuestros vínculos con los otros.
La poesía posibilita eso. Tras en sí, la visceral comprensión de las limitaciones que padecemos, colocando en evidencia el orden artificial y mortífero de una cultura impregnada de legalidades presuntuosas. Ella puede servir para despertar los sentidos y los deseos enterrados y desencantados por siglos de saberes, preocupados en garantizar todo y cualquier tipo de inmovilismo. Practicando la poesía, tenemos la posibilidad de hacer triunfar el deseo sobre el buen sentido y los buenos sentimientos, dejandonos, así, sin oídos para los llamados valores nobles y verdaderos, aquellos que sacralizan, con civismo, el amor al poder. Es el deseo destruyendo de un solo golpe a los dioses y a los patrones. Es la semilla de la subversión donde menos se espera encontrarla: la linterna mágica del deseo.
La poesía surrealista intenta provocar una explosión en las mascaras de un cotidiano conformismo y esclavizado por una manera de pensar, simultaneamente puritana, consumista y logomaníaca.
Proporciona, también, una saludable abertura para la exploración de todas las formas de expresión que el racionalismo dominante consiguió enclausurar en una reserva llamada absurdo. El surrealismo las reinvindica como la placenta de la creatividad. Una reacción vital a la sensatez inerte.Una maniobra para intentar corroer el monopolio de una razón que propaga la submisión: saberes hechos de lugares comunes y falsos tesoros, con los cuales, por olvido de nuestras singularidades, naturalmente, concordamos.

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