e) El surrealismo también permite repensar la enseñanza del derecho y de las formas tradicionales de la pedagogía universitaria. Ese es el objetivo central de este manifiesto, escrito para cuestionar una concepción de la pedagogía vista como un proceso de transmisión de una reserva cultural que necesita ser aprendida, impidiendo la expresión de toda creatividad de las personas que se pretende “formar”.
La pedagogía tradicional, basada en la angustia de la pérdida, es un instrumento de control apoyado en el sofocamiento de la imaginación creativa. En esa forma de enseñanzas, toda creatividad será castigada.
En la pedagogía surrealista eso no sucede. En ella lo fundamental será el desenvolvimiento de la creatividad, de los afectos y de los sueños. Y esa es la mejor profilaxis contra las formas totalitarias del saber.
¿Cómo es posible enseñar sin ser autoritario?
Debo confesar que esta pregunta me preocupa desde hace mucho tiempo.
Esbocé, con una respuesta que me conforma transitoriamente, la tesis de que el docente es menos autoritario en la medida en que va consiguiendo tomar tenues las fronteras entre la pedagogía y la terapia, en la medida en que enseña a las personas a desenvolver su capacidad crítica, su autonomía frente al saber. El profesor necesita mostrar al alumno como emplear el saber para la formación de su espíritu autónomo. El profesor necesita ayudar al aprendiz existencia a transformar el saber en un sueño creativo y no dejarlo con la pasividad de una vaca mirando el tren pasar. Siempre me espanté cuando veía en mis alumnos esa mirada de vaca. Era una señala de que estaba yo, sin querer, repitiendo los gestos de algunos de mis maestros. El destino de un profesor, que quiere dejar de ser autoritario, es muy simple, consiste en tener siempre presente que lo fundamental que se debe mostrar al alumno es la posibilidad de él mismo debe ser el productor de sus necesidades y de los medios para alcanzarlas, mostrando al alumno que la felicidad está en el placer de intentar realizar nuestros sueños.
Como decía Bachelard, aprender debe significar desaprender lo que aprendemos. Leo esta fórmula como la necesidad de aprender desaprendiendo aquello que nos enseñaron para tornar sumiso nuestro imaginario y para abolir nuestra creatividad.
A través del surrealismo podemos entender que la erudición y el totalitarismo son parientes muy cercanos. El surrealismo muestra que, para vencer, necesitamos preferir la duda a las certezas. Estas últimas desprecian las transformaciones y conducen al hombre para el inmovilismo. El profesor surrealista no es, necesariamente, un erudito, es simplemente un artista, un ilusionista competente. Ama la magia y, por eso, es un creador. Pero el no se deslumbra con los resultados de su arte. El sabe que la magia depende de él. Si esperase que los resultados dependiesen de fuerzas sobrenaturales, no sería nada competente. El acto mágico no surgiría. El efecto mágico del Papa Noel depende de que alguien vaya a las tiendas a comprar los regalos. Una familia donde todos esperan los regalos pasará una Navidad muy triste. En este punto estoy en desacuerdo con el surrealismo tradicional – no acredito en el azar objetivo. Eso me huele a jusnaturalismo.
Los juristas tradicionales difieren del profesor surrealista en la medida en que esperan encantados que de produzcan los efectos mágicos del Derecho.
El profesor surrealista acepta que conocer es descubrir en cada uno de nosotros nuestra identidad. El reconoce su conocimiento a partir de ese gesto, más encuentra su identidad respetando la de los otros, negándose a ver en ellos espejada su erudición, a ser un desprestigiador que hipnotiza. El se esfuerza para que los alumnos descubran el acto de creatividad que sustenta la magia de sus palabras. Es muy diferente quedar encantado con la creatividad de los otros que tenerles atribuido la pose de un saber incuestionable. En eso reside el secreto de la poesía. En eso se diferencia de la magia totalitaria, de una falsa creatividad a lo Disney World.
Ejerciendo la creatividad, sobretodo la imaginación transformadora, el individuo podrá percibir lo que hay de autoritario, opresor y aberrante en el comportamiento de los otros y de las instituciones.
Pero ese profesor surrealista debe cuidarse para no ser guiado por la angustia y por el miedo de los alumnos. Ellos cargan en sus espaldas séculos de autoritarismo, pueden pasar a vivir como parásitos de la creatividad de un profesor fetichizado. Amar la creatividad ajena es siempre una forma de entregarse, incondicionalmente, a la represión. Es una forma de amar a un censor. Así los argentinos aplauden desde las gradas la creatividad de Maradona para olvidar un reciente genocidio y el impulso al fracaso que ronda en torno de todos sus sueños transformadores.
f) El surrealismo junta nuestras utopías para eliminar la contaminación totalitaria que contaminó nuestra cotidianeidad. El surrealismo tardío lucha para eliminar la contaminación, que surge de la tecnología, que sustenta la cultura de la pos-maternidad. En ese punto, los objetivos del surrealismo tardío convergen con los objetivos de la ecología política.
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